En cuanto a emprendimiento, hemos enfocado la visión y los esfuerzos para hacer más con menos, dice Pedro López Sela.
(Expansión) – Hace varios años uno de mis grandes maestros me enseñó un ejercicio que repito todas las noches con mis hijos y especialmente lo hago a conciencia cada fin de año: Reflexionar qué hice bien, qué hice mal, qué aprendí y qué puedo mejorar. En esta ocasión la opinión que me permito compartir es una reflexión en ese mismo sentido sobre el rumbo de México.
2019 ha sido un año complejo, caótico, contrastante, violento, lleno de miedo, incertidumbre, intolerancia, impaciencia, nerviosismo, y muchos otros sentimientos que claramente han provocado daños en los mercados, la seguridad, el medio ambiente y la calidad de vida.
Varios economistas señalan que la incertidumbre y el bajo crecimiento en 2019 se deben en parte al cambio de administración, pero mientras en otros países eso significa un relevo de algunos de los primeros 2 ó 3 escalones de la administración pública, en México ha significado cambio de estructuras que han derivado en falta de Estado de derecho, inseguridad, cero crecimiento, etcétera.
Ante este contexto ¿qué esperar de 2020 y de ahí en adelante para las Pymes y el emprendimiento?
Según la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) en México existen más de 4 millones de PyMEs que generan 72% de la fuerza laboral y contribuyen en la producción de 52% del PIB del país. Pero para 2020 el apoyo económico a emprendedores tendrá una caída de más del 20%, y el apoyo a emprendedores de alto impacto del Inadem hacia el programa de microcréditos para el bienestar, recibirá una partida total de 2,000 millones de pesos, incluyendo las erogaciones para los pueblos indígenas y para la igualdad entre hombres y mujeres.
Es decir el presupuesto para este sector será de poco más de 1,000 millones cuando el PIB es de cerca de 20 millones de millones, lo que significa apoyos de 0.05% a un sector que representa más de la mitad del PIB y casi tres cuartas partes de la fuerza laboral.
Además la miscelánea fiscal 2020 plantea gravar la economía digital, al emprendimiento y las PyMEs, lo que va a generar cargas administrativas adicionales a sectores que por naturaleza no están preparados para sobrevivir en dichas condiciones. Esto evidentemente no sólo impedirá nuevos proyectos sino que implicará frenos a los existentes.
Por último, mientras que en otros países (EU, China) mucha de la innovación viene de apoyos gubernamentales, en 2019 México reorganizó sus fondos y estructuras de apoyos para servicios, y enfocó baterías a consorcios de manufactura y producción industrial.
Entonces: ¿Qué hemos hecho bien? Cerrar la llave a los especialistas en gestión de recursos públicos provocó la prueba del ácido al ecosistema de emprendimiento e innovación; ahora gran parte del ecosistema y de las figuras icónicas del sexenio pasado no existen. Por ello hemos enfocado la visión y los esfuerzos para hacer más con menos.
¿Qué hemos hecho mal? Muchos de los responsables de temas de emprendimiento e innovación en el sector público no han entendido la diferencia entre sustancia y marketing, lo que ha llevado a que quienes se quedaron sin incubadoras ahora sean consultores especializados en innovación y desarrolladores de hubs. En muchos lugares hemos visto el fenómeno darwiniano y gente que ha sabido reinventarse para seguir vendiendo aire caliente, pero seguimos creyendo que la innovación viene de fuera y no entendemos que en México no sólo hemos creado invenciones que han cambiado el mundo (como la píldora anticonceptiva o la televisión a color) sino que actualmente tenemos paisanos partiendo el queso en estos temas, como el Comité Internacional de ISO para temas de Innovación (ISO 56000).
¿Qué hemos aprendido? Que gran parte de México está construido por mexicanos comprometidos con su país; 96 de cada 100 mexicanos no somos funcionarios públicos y de esos probablemente 4 estemos vinculados a la política pública a todos los niveles tratando de crear un mejor México.
Hemos aprendido también que es más difícil hacer las cosas bien que plantear soluciones en pláticas de café. Que la capacidad del mexicano para reinventarse es impresionante y su tolerancia y resiliencia no tiene igual (aunque esto no siempre es bueno). Que México tiene instalaciones, infraestructura y capital humano en materia de innovación a la altura de las mejores instituciones del mundo. Que nos cuesta horrores colaborar y somos sumamente desconfiados y por ello hemos avanzado tan poco en tanto tiempo.
¿Qué podemos mejorar? La confianza y productividad. Partir del supuesto de que el otro no está buscando cómo sacar ventaja y enfocarnos en hacer mejor lo que tenemos que hacer y además hacerlo lo más pronto posible.
Necesitamos urgentemente acciones coordinadas por parte del sector político y productivo, y especialmente en temas de innovación, con los sectores académico, empresarial y social. Sólo así podremos restaurar confianza a los mercados y por tanto impulsar el crecimiento inclusivo y por ello mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos.
Nota del editor: Pedro López Sela es Chief Imagination Officer de Canou, Plataforma de Innovación y Emprendimiento y ha sido mentor para instituciones como el acelerador de negocios MassChallenge, de Boston, Massachusetts; Village Capital (proveedora de capital de riesgo para emprendedores); y Fomento Geek (Incubadora de Talento). Es experimentado emprendedor con más de 20 años de experiencia en fundar y dar consultoría a start-ups, pymes, corporaciones globales, tanques de pensamiento, entre otros. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.