La inmunidad organizacional se relaciona directamente con la zona de confort; son límites que construimos con el tiempo porque nos hacen sentir cómodos y seguros, señala Pedro López Sela.
(Expansión) – La innovación irrumpe en las organizaciones como los virus y las bacterias lo hacen en el organismo humano y, al igual que en el cuerpo, hay una reacción ante la irrupción de algo externo.
Cuando nos enfrentamos con un microorganismo, el sistema inmunológico responde de dos maneras: la llamada inmunidad innata, que es la primera que actúa y elimina al agresor, y la respuesta adaptativa, que produce anticuerpos y deja memoria, es decir, recuerda lo que ha funcionado y actúa para que la misma amenaza no vuelva a dañarnos.
Al igual que en el cuerpo humano, los organismos empresariales también tienen un sistema inmunológico que es una importante variable por la que el cambio y las nuevas ideas (aunque sean buenas) fracasan en las organizaciones. Cuando la innovación intenta ingresar a una empresa, el sistema inmunitario organizativo la reconoce y reacciona.
El sistema inmunológico organizacional también tiene una respuesta innata y una adaptativa. La respuesta innata detiene todo lo que parece ir en contra de las reglas; sin analizar si es bueno o malo, o si puede beneficiar a la organización, va en contra de las normas y por tanto, ¡no se permite en la organización!
La inmunidad adaptativa organizacional es más compleja y complicada. Se trata de un sistema inmunitario que recuerda los dolores del pasado y lo que costó llegar al statu quo actual, y hará todo lo posible para mantener alejadas las influencias externas y proteger las actividades prioritarias de la organización, justamente las que la han convertido en lo que es hoy.
Cuando una nueva idea desafía estas actividades o impacta en el poder de quienes las controlan, la respuesta inmune se pone en marcha: Empieza la resistencia más sutil al cambio, manifestada en expresiones como: “Esto nunca funcionará aquí porque…”; “Quieres introducir este nuevo XXX, pero eso compite con nuestro exitoso YYY, eso es una tontería”; “Somos buenos en YYY, ¿por qué hacer XXX?” o “Por encima de mi cadáver”.
Hace tres décadas había en el mundo ocho grandes estudios de grabación de música que dominaban la industria. Llegó la tecnología digital y estos estudios ignoraron la revolución digital y el impacto que estaba generando entre los consumidores. El sistema inmunológico de la organización colectiva la atacó, convencidos de que podrían acabar con esta amenaza percibida ganando batallas judiciales o simplemente desechándola como una moda pasajera que no funcionaría.
Lo que no se dieron cuenta es que no se podía vencer a este modelo digital. Era sólo cuestión de cuándo y cómo, y mientras su sistema inmunitario luchaba por “protegerles” de este “invasor” percibido, el entorno del mercado siguió transformándose inevitablemente.
Como no evolucionaron con el entorno en transformación, estos ocho estudios acabaron por desaparecer y la industria musical, tal como la conocían todos, se autodestruyó. En su lugar surgió una nueva industria musical transformada que hoy ha llegado hasta los teléfonos celulares y las bocinas inteligentes. Esta nueva industria recauda grandes volúmenes de ingreso por venta de discos.
La inmunidad organizacional se relaciona directamente con la zona de confort; son límites que construimos con el tiempo porque nos hacen sentir cómodos y seguros y determinan la capacidad y voluntad del individuo para adaptarse al cambio y afrontar la incertidumbre. El problema es que ello puede impedir desplegar todo el potencial, tanto personal como organizacional. Ir más allá de lo conocido requiere una gran conciencia de sí mismo y valor.
¿Qué es lo que puede mantener al individuo o la empresa como rehén de la zona de confort? Los estudiosos han encontrado al menos tres obstáculos que impiden salir de la famosa zona de confort. El primero es el miedo; no salir de lo conocido y empezar a fabricar excusas, razones y justificaciones para ir a lo seguro y no dar un paso adelante, aunque implique el no dar lo mejor que tenemos.
El segundo obstáculo son los instintos. ¿Alguna vez has sentido que tu ritmo cardiaco aumenta cuando estás bajo estrés, o has sentido que tus manos se enfrían o se ponen húmedas o que tu cara se enrojece? Todo ello es la forma en la que nuestros instintos nos avisan que estamos a punto de salir de la zona de confort.
El tercero son las emociones. Podemos enfadarnos, retraernos, asustarnos o entristecernos con sólo pensar que podríamos salir de la zona de confort, y entonces respondemos con excusas y razones por las que no podemos, no queremos o no debemos hacer algo si está fuera de nuestra zona de confort.
Ante el miedo lo mejor es mantenerse centrado en lo que se quiere, a largo plazo y por qué ello es importante. Lo mismo sucede en las empresas; es importante reconocer cuando una organización se ve empujada fuera de su zona de confort para que sus directivos se alineen hacia un propósito claramente estructurado a fin de centrarse y hacer los cambios requeridos.
Por lo tanto, lo importante es no permitir que la zona de confort impida desarrollar todo el potencial, tanto personal como organizacional.
Nota del editor: Pedro López Sela es Team Principal de ExO Builder, el ecosistema global de emprendimiento tecnológico más diverso del mundo. Ha co-fundado 10+ empresas y entrenado a 5,000+ personas en casi todos los sectores en Africa, América, Asia, Europa y Oceanía. Es un autor de innovación, negocios y emprendimiento reconocido globalmente. Como ponente internacional ha compartido escenarios con Peter Diamandis, Bob Dorf, Salim Ismail, Jeff Hoffman, por mencionar algunos. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.